viernes, 23 de diciembre de 2011

Cuentos para jugar

A lo largo de este trimestre y debido al desfase entre las horas de salida y entrada de colegio e instituto (tengo un hijo en cada centro), he pasado bastantes ratillos con mi hijo pequeño en el coche. En esos paréntesis de espera hemos leído bastante (cada uno su libro), hemos charlado mucho, hemos repasado exámenes... y también hemos leído algunos libros juntos. De entre todos el que nos ha dado mayor juego ha sido Cuentos para jugar, de Gianni Rodari, publicado en Alfaguara y con traducción de Carmen Santos.
Seguramente todos conocéis y habéis leído este libro, se trata de una colección de cuentos que Gianni Rodari escribió para un programa radiofónico que se emitió entre los años 1969-1970. Cada cuento tiene, además, tres finales posibles, de ahí el "para jugar": uno lee los tres finales y decide cuál le gusta más o, si no terminan de convencerle, inventa su propio final.


Rodari es un clásico de la LIJ contemporánea, no solo por sus libros de cuentos, sino por sus propuestas extraordinarias para crear, jugar, inventar cuentos, su libro Gramática de la Fantasía es una lectura imprescindible para todos aquellos que trabajan con niños y niñas, para quienes son educadores, para quienes son creadores, en fin, para quienes buscan un brillo nuevo y distinto en la rutina de los días: una puerta a la fantasía.
Pero volvamos a Cuentos para jugar. Hacía años que había leído estos cuentos (unos veinte años) y he vuelto a sentir la misma sensación que recuerdo de aquella lectura: textos en los que la cuestión formal/estilística queda algo descuidada en favor de las propuestas chispeantes y creativas. Pienso que es un continuo en los textos de este autor, digamos que la cuestión de estilo, literaria, no parece importarle mucho y sí le interesa la creación de nuevas historias, de nuevos textos, de nuevas posibilidades argumentales.


Además de esta cuestión estilística, Rodari tiene dos elementos, a mi juicio, recurrentes en muchos de sus textos: una importante preeminencia del valor didáctico/moralizante/educativo de sus cuentos y una intencionalidad en la búsqueda de, si se me permite el término, un "materialismo mágico" que, al igual que sucedió con las vanguardias de principios del siglo XX, valora positivamente el industrialismo, lo que permite percibir en muchos de sus textos algo así como la magia del progreso que logrará un mundo mejor para todos. Este "materialismo mágico" no deja de lado el valor del individuo y su conciencia para aplicar de manera positiva el progreso.
Dicho todo esto, y aunque algunos cuentos de este libro creo que han envejecido mal, la mayoría soporta dignamente el paso del tiempo y sigue brillando, sobre todo, en su arquitectura interna y en las propuestas estupendas que llevan implícitas.
Desde mi punto de vista, este libro es único gracias a su insólita idea (como es la de incluir varios finales para cada texto), y esto hace que sea de obligada lectura para todos aquellos que disfrutaron con Gramática de la Fantasía o para quienes trabajan en ámbitos educativos y creativos. Pero también he de decir que, aunque algunos de sus cuentos son estupendos, el conjunto no me parece una gran colección de cuentos (repito, desde mi punto de vista), creo el mismo autor tiene otros títulos mejores.
Pero si se trata de buscar un libro con cuentos para jugar, para leer en voz alta, para compartir, para pasar un rato agradable con tu hijo mientras esperas en el coche a que salga tu otro hijo del instituto, este libro es, en verdad, estupendo.
Saludos

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