miércoles, 30 de mayo de 2012

Leed, leed, malditos

Hace un par de días que Rocío Antón, amiga y experta en lides de lectura, publicó un estupendo post titulado Leer o no leer, esta no es la cuestión en su siempre recomendable blog. El post de marras me gustó mucho porque aclara (y zanja) la discusión sobre si leer es o no una opción, sobre si obligando a leer se quiebra la libertad del lector. Me gustó porque cuando uno termina de leerlo entiende que leer hay que leer, igual que comer hay que comer, se quiera o no, hay que hacerlo para seguir viviendo, para seguir siendo.


Quizás algo de confusión ha sumado a este debate el tan celebrado decálogo de Daniel Pennac y sus Derechos del lector (todos recordamos el imprescindible libro en el que aparecen: Como una novela, en Anagrama). Derechos que fueron felizmente recibidos en unos tiempos en los que todos parecíamos tener muchos derechos y pocos deberes, pocas responsabilidades (de aquellos polvos vienen estos lodos), y en el ámbito de la lectura ha sucedido exactamente igual. Al menos hasta que Ana Garralón (a quien tanto sigo y admiro) se atrevió a hablar también de los Deberes del lector en su blog extraordinario, un post que merece la pena que tengáis bien presente. Porque en estos tiempos en los que están cambiando los formatos del libro y de la lectura (en papel, en pantalla) está también cambiando nuestra forma de leer, porque este enredarnos en redes y pantallas y diversificarnos hasta el infinito está alterando nuestro hábito lector y vamos dejando a un lado la lectura honda, reflexiva, demorada... y asumiendo como válida una especie de "mariposeo cognitivo", como explica breve y contundentemente Glòria Durban Roca en este post de su bibliotecaescolar.info.
Vuelvo de nuevo al post de Rocío Antón en el que remacha: "el fomento de la lectura es una labor de seducción". O si me permitís, y volviendo al ejemplo gastronómico: animar a leer es despertar el apetito. Y ningún sitio mejor que en las bibliotecas, en las aulas y también en las casas.
En bibliotecas y aulas conozco a muchos y muy buenos profesionales empeñados en que los niños y niñas lean, con muchos recursos y estrategias, y sobre todo con mucha y buena bibliografía.
Pero en las casas la cosa varía más. Por eso, para ir terminando esta nota, os dejo enlazado este decálogo de otro maestro al que admiro, Mariano Coronas, en el que da pistas para que las familias fomenten la lectura en casa (un único pero: se citan teatro, marionetas... y no se habla de narración oral, de espectáculos de cuentos. Habría sido perfecto) y no caigan en errores habituales cuando se trata de animar a leer en las casas (como estos que se citaban hace unos días en el ABC).
Saludos

4 comentarios:

  1. Pep, muchísimas gracias por tus comentarios y por los enlaces tan intesantes que propones....un buen rato de leer y reflexionar ante la pantalla. Lo hago correr.

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  2. A mi es un tema que me indigna. Hay padres que incluso cuando empiezan a darle las primeras papillas a los críos, les enchufan ya a la tv. En mi casa, tenemos los pequeños álbumes de Takeshi Kitamura, ECHOS UNOS ZORROS!! porque, los pobres se han tragado todas las papillas de iniciación-continuación-finalización de mis cachorros. Los pequeños formatos de Antonio Rubio tienen más lámparas que la feria de abril, y aún hoy(después de cinco años)los libros siguen en la cocina y los nenes los hojean, se ríen, e incluso han llegado a saber, por la cantidad de manchas, el que más les gustaba de todos.
    En mi opinión, encender la tele, es muy irresponsable y una falta de interés por lo que nos rodea muchas.

    Muchas gracias y saludos.

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  3. Hola, acabo de ver, que me he equivocado en la referencia en los libros del anterior comentario es Satoshi Kitamura, confundí el nombre con el del director de cine, sorry.

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